CUANDO LLEGA LA PRUEBA

El Señor dio, y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito.– Job 1:21.
Pocas personas han pasado tan repentinamente de una riqueza inaudita, como era la de Job, a una completa pobreza. En un día perdió a todos sus hijos y toda su fortuna.

Job habría podido acusar a los elementos naturales: el rayo que había matado a sus ovejas y la tempestad que había destruido la casa donde sus hijos se hallaban reunidos. Habría podido maldecir a los saqueadores que destrozaron sus rebaños. ¿Qué consuelo le hubiese dado esto? ¿Qué instrucción habría recibido de ello?

En lugar de esto Job, quien conocía a Dios, discernió inmediatamente su intervención. Sabía que su prosperidad no era sólo el resultado de sus esfuerzos o de circunstancias favorables, sino que todo lo debía a Dios. Asimismo aceptó que Dios, en su soberanía y perfecta sabiduría, le quitara lo que le había dado. “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”, respondió a su mujer, desesperada por las desdichas que caían sobre ellos (Job 2:10). Y bendijo el nombre del Señor.

Quizá discernimos fácilmente la mano de Dios cuando nuestras condiciones de vida son favorables, pero no cuando el viento ha cambiado. Sepamos reconocer su intervención en cada prueba. Como Job, aceptémosla de parte de Dios quien, con bondad, quiere instruirnos y bendecirnos al final. En medio de la fe cristiana hay esta seguridad: Dios es amor. La recibimos aun a través de las lágrimas, con una dicha profunda y eterna.

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