LA POBREZA EN EL MUNDO

Representa un grave problema social que tiene implicaciones éticas, económicas y políticas de primer orden. 
Representa un grave problema social que tiene implicaciones éticas, económicas y políticas de primer orden.
Gran parte de la población está afectada por una marcada situación de desempleo, de abandono, de hambre, de desnutrición y de marginalidad.
Desde que el hombre apareció, todo su esfuerzo y su tiempo lo ha dedicado a procu­rarse alimentos, vestidos y un refugio donde vivir, y sólo muy recientemente, hace apenas cien o doscientos años y en pocos países al principio, una parte de la población empezó a salir de la extrema pobreza y miseria en la que el hombre ha vivido durante miles de años.
Los escritos de la antigüedad reflejan como la escasez de alimentos y el hambre eran algo crónico y común. Como lo refleja la Biblia, en muchos de sus pasajes, la pobre­za es parte de la historia misma de la huma­nidad y siempre se le ha considerado como una situación normal en la vida del hombre.
En este largo recorrido se han producido dos acontecimientos decisivos.
El primero fue cuando el hombre aprendió a cultivar la tierra y a domesticar los animales, pasando de ser recolector y cazador a agricultor y ga­nadero.
Se dio entonces un paso gigantesco hacia el objetivo de producir los alimentos y los otros bienes que aseguraran la subsis­tencia. La productividad del trabajo de las nuevas sociedades agrarias creció especta­cularmente, se crearon las primeras concen­traciones urbanas y la población mundial aumentó significativamente.
Pero, a pesar de este avance, el conjunto de la sociedad, salvo contadísimas excep­ciones, siguió viviendo por debajo del ni­vel de subsistencia.
En todas las socieda­des agrícolas que han existido a lo largo del tiempo, los índices de mortalidad llegaban en ocasiones al 300 e, incluso, al 500 por mil y estos períodos no solían coincidir con guerras, sino con epidemias y plagas.
Esta miseria crónica de la humanidad disminuye de alguna manera con la llegada del segundo gran acontecimiento de la his­toria económica del hombre, la Revolución Industrial que, en dos siglos, creó muchísi­ma más riqueza que en todo el resto de la historia humana. Sin embargo, este nuevo sistema es más criticado aún.
En buena cuenta, la pobreza no es exclu­siva de la época contemporánea. Desde la antigüedad se desarrollaron formas de ex­clusión y marginación social.
Por ejemplo, tanto la sociedad griega como la romana, tenían estructuras sociales con una desigual­dad marcada.
Sin lugar a dudas, el fenómeno más re­levante de pobreza y exclusión en la época antigua, fue la esclavitud. En ese modo de producción, el trabajo era considerado in­noble porque estaba destinado solo para los esclavos.
En la Edad Media, la pobreza siguió existiendo en todo el mundo. En Europa, la gran mayoría de la gente vivía en la pobreza extrema: apenas con los mínimos recursos para sobrevivir y con la muerte como una realidad cotidiana.
En el siglo X, un cuarto de los niños moría antes de los cinco años y otro cuarto antes de la pubertad.
La vida de los campesinos, es decir de la mayoría de la población europea, era suma­mente austera.
Para trabajar usaban muy po­cas herramientas de hierro, pues la gran ma­yoría de sus utensilios eran de madera. Los campesinos escarbaban la tierra con arados provistos de una reja de madera endurecida al fuego. El rendimiento de la tierra era muy bajo.
La comida era escasa: algunas hierbas, granos y caza pequeña, y una hogaza de pan que se atesoraba. Los trabajadores es­taban aplastados por el peso enorme de un pequeño sector de explotadores —guerreros y eclesiásticos— que se quedaban con casi toda la producción agrícola.
La posibilidad de sufrir hambrunas era común, debido a una mala cosecha, que a veces se acumulaban e implicaban dos o tres años de mal comer.
 Los pobres de la Edad Media temían sobre todo al hambre.

 EL MUNDO ACTUAL

Actualmente, el mundo, en el aspecto ma­terial está dividido en dos grandes bloques. El primero está compuesto por países que poseen los Índices de Exclusión Social más bajos (IES).
Esos países están concentrados en Europa, e incluye a Japón, Estados Uni­dos y Canadá, países de industrialización posterior.
Son, por lo tanto, 28 países con índice de exclusión social más bajo. Estos 28 países representan el 14,4% de la población mun­dial y participan con el 52, 1 de toda la renta que se genera anualmente.
En segundo lugar, se encuentran los paí­ses con exclusión social notable. Son 60 paí­ses que forman parte del 35,5% de la pobla­ción mundial y se benefician del 11,1% de la renta producida en el mundo.
De estos 60 países, 44 se encuentran en África y en Oceanía, dividida territorial­mente desde el siglo 19 por los europeos, de acuerdo a sus intereses.
 Son 10 países en Asia que estuvieron sometidos a distintas formas de ocupación formal e informal, 6 en América Latina, donde la dependencia polí­tica durante el siglo XIX, no siempre signifi­có una autonomía económica real, financiera y política.
Es necesario subrayar también que el 80% de la población africana vive en países situados en la zona extrema de exclusión so­cial, contra el 37% en Asia, 19% en Oceanía y 7% en América Latina.

CAUSAS DE LA POBREZA
Hablar de pobreza es hablar de exclusión social. La pobreza atenta contra los dere­chos humanos y coloca al gran número de personas afectadas en situación de constante desasosiego social por lo que la estabilidad social en muchos países se ve seriamente comprometida.
La pobreza es un reflejo de la gran des­igualdad en diversas partes del mundo que dificulta los procesos de integración e impi­de que se den las condiciones deseadas para lograr el desarrollo.
Son muchas las causas de la pobreza.
Una de ellas es el gran crecimiento pobla­cional. De acuerdo con el Fondo de Pobla­ción de la ONU, nacen todos los años 80 mi­llones de bebés, lo cual indica que en poco tiempo habrá grandes problemas de vivien­da. De por sí, las ciudades del mundo están superpobladas, así que se espera que para el 2050 la situación esté mucho peor.
Los desastres naturales son otra causa. Uno pudo apreciarlo en el caso de Haití. O tal vez fuertes lluvias y consecuentes inun­daciones que arrasan con las pocas propie­dades que las personas posees. Terremotos, derrumbes entre otros desastres causan gran dolor a las poblaciones marginales y pobres.
Por último, los conflictos políticos agra­van la pobreza. Muchas personas por causa de enfrentamientos armados deben abando­nar sus hogares y vivir como refugiados enotros lugares, a veces e países distintos don­de no cuentan con la protección que tienen los residentes legales.
Algunos viven en ca­sas repletas de parientes, hacinados y apreta­dos. Otros se han mudado a establos, lugares para animales sin las condiciones higiénicas necesarias.
Por lo visto, estas cuestiones agravan y profundizan la pobreza.

LO QUE DICE LA BIBLIA
Las referencias a los pobres en la Biblia no hablan solo de la pobreza material, sino también espiritual. Las Escrituras estable­cen una clara dicotomía entre los pobres materiales y los pobres espirituales.
Ambas categorías pueden coincidir, pero no es así siempre. Tampoco existe referencia a la su­perioridad moral de los pobres o a una op­ción preferencial por los mismos.
La carta de Santiago parece indicar que, junto a la pobreza de tipo material que ca­racterizaba a cierto número de los que inte­graban el cristianismo primitivo en Jerusa­lén también estaba otro tipo de pobreza que podríamos encuadrar en términos más es­pirituales y que, quizá, podría ser traducida más correctamente como “humildad”.
César Vidal Manzanares afirma que la visión que la Biblia presenta de la pobreza es, como todo su contenido, notablemente realista.
No afirma que asistiremos al fin de la pobreza sino que, por el contrario, a los pobres siempre los tendremos entre nosotros (Mateo 26: 11).
Expresa, además, que la pobreza, de acuerdo a la Biblia, puede ser un castigo directo de Dios por la iniquidad de una so­ciedad (Amós 4: 6-7) o fruto de la pereza (Proverbos 6: 6 ss; 13: 4 ss; 21: 25 ss).
Como en el caso de otras calamidades, sin embargo, las Escrituras no lo contem­plan con fatalismo o pasividad sino como una situación con la que debemos enfrentar­nos con la intención de remediarla.
A decir verdad, la desaparición de la po­breza, como la de la enfermedad o la muerte, sólo tendrá lugar de manera completa con la instauración final del Reino.
En otras palabras, la existencia de la po­breza, derivada del pecado humano como tantas desdichas que nos aquejan, será una de las marcas que acompañarán su devenir hasta el fin de los tiempos.

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